Imagínense en la ciudad de México, dentro del tumulto del metro, con las múltiples personas que se agolpan unas a otras inmersas en lo gris de lo cotidiano; muchas de ellas ensimismadas en su rutina, otras desesperadas por llegar, compartiendo los humores y mal humores del día. Ahora imaginen que de pronto llega a sus oídos un suspiro, un susurro de poesía que por allá suavemente nos lleva letra a letra las palabras de Octavio Paz, Paul Verlaine, Philippe Soupault o Jaime Sabines.
Es la sombra del agua y el eco de un suspiro, rastro de una mirada, memoria de una ausencia (Sabines) que prende nuestros sentidos y nos ayuda a escapar de la monotonía. Una tregua que nos despierta y permite la pausa violenta dentro de la vorágine que nos devora día a día, minuto a minuto. Es un regalo, un detalle, un paréntesis en medio de nuestra jornada.
Sin saber quién ni de dónde, volteamos inmersos en la magia y ante nosotros aparece un personaje extraño, que vestido con un traje negro, muy elegante, ataviado con paraguas y un largo bastón hueco, a través del cual pasa su voz suave que emula la poesía de los grandes.
No, no es un sueño ni parte de la imaginación de los usuarios del metro en la ciudad de México que azorados y acalorados imaginan esto como parte de un delirio. Se trata de una estrategia más por despertar, hacer pausa en lo cotidiano y acercar la cultura al oído.
Se llaman Les Souffleurs y se presentaron hace unos años, como parte de un programa en ocho estaciones del Metro de la ciudad de México. Tenían la consigna de susurrar y regalar un pequeño libro con poemas elegidos con la ayuda de la Dirección General de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
Son un grupo de actores, comediantes o cuentacuentos que, en medio del letargo diario en el metro, convocarán al silencio susurrando poesía en francés y en español. Todo es un juego de secretos y complicidades, una tregua.
La idea surgió en Francia bajo el nombre Primavera de los poetas y el objetivo principal del proyecto es la desaceleración del mundo, concepto manejado por Olivier Comte en su manifiesto del susurro. Así, la Embajada de Francia trabajó conjuntamente en esta iniciativa con personal del Sistema de Transporte Colectivo Metro, misma que fue difundida ampliamente en algunas estaciones.
Desde hace diez años, en Francia, cada primavera, en marzo o en abril, se realiza este proyecto a fin de difundir la poesía y fomentar la lectura. “No hay mejor promoción para un libro o una película que la que se hace de boca en boca. La idea es difundir la poesía de esta manera, pensando en que, además, es una manifestación literaria muy íntima y al mismo tiempo un arte que debe apreciarse en voz alta”, dijo Christian Moire, encargado de la Oficina del Libro de la Embajada de Francia en México. En nuestro país, se hizo, tuvo una excelente respuesta y luego perdió continuidad.
Un descuido basta para ser presa irremediable de ellos. Son cazadores natos que abren su sombrilla, preparan su bastón hueco de 1.80 centímetros (llamado ruiseñor) e inician la búsqueda de un oído despistado, atareado por el bullicio cotidiano. Y de pronto, ahí está la primera víctima, con el bastón clavado en su oído y del otro lado, la poesía, el paréntesis.
A través de la noche urbana de piedra y sequía entra el campo a mi cuarto. (Paz) Les Souffleurs se caracterizan por que mediante este arte, pretenden evadir la costumbre, el constante hibernar de la sociedad en el trajín, entrar en lo profundo de las almas y los corazones, dar una pausa al tedio, un matiz a lo gris de la rutina.
Les sanglots longs des violons de l'automne blessent mon coeur d'une langueur Monotone.( Los sollozos más hondos del violín del otoño son igual que una herida en el alma de congojas extrañas sin final, Paul Verlaine).
Por lo inusual del proyecto, Les Souffleurs despertaron la curiosidad y el interés de los mexicanos, ya que lograron integrar la poesía con la alerta de su presencia y el fomento a la lectura escuchada por un susurro que impregna sutilmente un sentimiento diferente en cada uno.
Moire insistió que México es ideal para este proyecto, ya que está convencido de que es un país de lectores: “cada vez que voy por la calle veo a gente leyendo: periódicos, historietas o libros, lo mismo pasa en el Metro”.
La gente en el metro reaccionó siempre de manera distinta, pero fue casi seguro arrancar de su rostro una sonrisa que lo saca de su ensimismamiento, de la costumbre, de lo automático, de lo impersonal del viaje al trabajo, al mercado o de regreso a casa.
Personalmente, Olivier Comte, creador de esta idea se maravilló con la reacción del público mexicano: “Ahí la gente fue más receptiva a la poesía que en Francia. Se tomaron más tiempo, hubo gran curiosidad. Me emocioné por los indígenas. Se ve que no están acostumbrados a que se dirijan a ellos con esta ternura”.
Son este tipo de proyectos, este tipo de ideas que nos sacuden, que nos despiertan y ponen a flor de piel nuestra sensibilidad los que se deben aplaudir hasta que nuestras manos se entuman y no puedan más. Ojalá tuviéramos más estrategias así, ojalá nos dedicáramos más seguido a pensar en cambiar, en que a través de una sonrisa podemos contagiar al vecino, a la comunidad, a la sociedad, al país y al mundo. Ojalá hubiera tenido continuidad dentro de los diferentes programas culturales. Una sonrisa, un suspiro, un minuto dedicado a tener conciencia de las maravillas de la vida y los regalos que nos susurraron al oído qué lindo es estar vivos, qué bien es darnos cuenta de las cosas. Bravo Francia, bravo México; ¡¡contagiemos!! Continuemos.
Es un gran talento el que se desborda, y es que realmente fue una gran inicitiva, un saludito.
Publicado por: Candidatos a la alcaldia | 31/01/2011 en 04:15 p.m.