El niño tiene derecho a nunca ser
reprendido por haber deteriorado un libro,
motivo por el cual deben estar hechos
de material idóneo.
Y los adultos instruidos
para reconocer que si un libro se destruye será
en aras a que el niño se salve y construya,
estando bien que así ocurra.
Y su costo ha de ser
asequible a fin de no lamentar perjuicios,
puesto que se trata de ganar lectores,
aunque los libros sean dañados
rasguñados
contusos o heridos, y se tengan
que perder en la refriega.
Lo único que no se puede
ni debe perder son personas
amantes de leer.
Danilo Sánchez Lihón
Ilustración: Silvana Arteaga
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