El niño tiene derecho a reclamar
y exigir que los libros sean prodigios,
amuletos,
talismanes. Que sirvan para
enamorar
y enamoren. Que nos hablen
de asuntos
trascendentes. Que la maravilla
esté
contenida en ellos. Que sean
gratos
para pasar las mejores horas
de nuestras
vidas extasiados en sus hojas,
subidos
en lo más alto de los mástiles
de las mejores
naves, inhiestas y bizarras.
Danilo Sánchez Lihón
Ilustración: Elisa Chavarri
Comentarios
Puedes seguir esta conversación suscribiéndote a la fuente de comentarios de esta entrada.