El niño tiene derecho a que los libros
estén a su alcance en los sitios donde
deambula, discurre, juega y sueña.
Incluso tirados
en los jardines y en los lugares de recreo y
juego.
Que no puede haber libros prohibidos ni confinados detrás de las vitrinas,
ni impedidos
de salir a ser hojeados porque son
caros,
o porque están pendientes de ser
fichados.
Peor aún: por pertenecen a alguna
colección privada. ¿Qué es eso?
Menos aún pueden
ser impedidos por ser ellos textos
sagrados.
Sagrado es el niño y es sagrada
las ganas de leer
Danilo Sánchez Lihón
Ilustración: Calbur
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