"Trabajando duro, viejo, espero hacer algo bueno algún día. Todavía no lo he logrado, pero estoy buscando y luchando por ello" Vincent van Gogh, Letter 257, 3 January 1883
Este fin de semana cayó en mis manos una biografía de Vincent van Gogh y los alegres y enérgicos amarillos del campo de trigo, verde ciprés y el cielo lavanda de la carátula fueron irresistibles. Siendo Starry Night una de las pinturas más emotivas que he visto, no dude en emprender el camino para conocer más sobre su melancólica existencia, sin embargo, antes de adentrarme más en la vida de aquel lejano pintor holandés del siglo 19, dudé un poco por que el libro era extenso- aunque lleno de espléndidas pinturas – y por que pensé que ya sabía lo necesario: que fue un lunático depresivo, que se cortó la oreja luego de pelearse con Gaugan, que tuvo una comunicación continua a través de las famosas cartas a su hermano Theo, que un día en un ataque de locura se suicidó y de un momento a otro sus cuadros se comenzaron a vender a cantidades exorbitantes convirtiéndolo en uno de los pintores más afamados a la fecha. Todo tergiversado e inexacto, salvo la última frase.
Definitivamente luego de leer el libro, los ojos con los que mire las pinturas de van Gogh nunca serán los mismos. He aquí las conmovedoras verdades que aprendí de Vincent:
Su época
Vincent van Gogh vivió a finales del siglo 19 en plena revolución industrial. El mundo se comenzaba a transformar en lo que conocemos ahora; eran tiempos de cambio, tiempos de modernidad. La inmigración e inversión europea a América crecía inconteniblemente. Lima, Buenos Aires y Rió de Janeiro comenzaron a adoptar los valores culturales europeos lo cual se reflejó en la educación y los estilos arquitectónicos franceses e italianos de sus calles principales. En Francia era la época de la Tercera República luego de la caída de Napoleón III, mientras aquí en Sudamérica nos enfrascábamos en la Guerra del Pacífico; en Cuba y Brasil se abolía la esclavitud; España cedía Cuba y Puerto Rico, sus últimas colonias en América; y Panamá se independizaba de Colombia como preludio a la construcción del canal.
Las primeras cámaras fotográficas populares de Kodak se pusieron en venta, mientras la Torre Eiffel era construida. La escena cultural no podía ser más propicia. Los impresionistas hacían su aparición revelándose contra el sistema, Bizet estrenaba su opera Carmen, Debussy aparecía como el impresionista musical y Gaugan se iba para Haití a pintar los cuadros que lo hicieron famoso. Mientras, por estos lares, Pancho Fierro pintaba las acuarelas costumbristas de la Lima criolla que hoy conocemos; Luis Montero, Los funerales de Atahualpa y muchos otros pintores peruanos más que se veían influenciados por las nuevas corrientes artísticas del viejo mundo.
En las cercanías del nuevo siglo Europa se llenaba de ismos, miles de ideas nuevas buscando interpretar y ver el mundo de manera distinta pugnaban por ser aceptadas como universales: impresionismo, simbolismo, sintetismo, pontillismo y muchos ismos más. Vincent, mientras tanto, quien luchaba por encontrar su propia forma de expresarse, jamás se suscribió totalmente a ninguna de estas tendencias. Probó y tomo lo que encajaba con su repertorio. En sus cortos diez años de carrera artística produjo cerca de 900 cuadros y 1,100 dibujos, afirmando en una carta a un crítico que su trabajo sería insignificante en el futuro.(¡)
Su papel en la historia del arte
Al igual que Cezanne, otro artista incomprendido de su tiempo, Van Gogh, fue apenas reconocido mientras vivió. Uno de los pocos sitios donde pudo mostrar sus cuadros en vida fue en la parte trasera de la tienda del señor Peré Tanguy, un idealista creyente en las nuevas manifestaciones de arte de la época que se identificaba con estos jóvenes viajeros ignorados y malinterpretados. La fe de Tanguy brindó la primera oportunidad en la historia de apreciar a Cezanne, Gaugan y Van Gogh juntos. Tres precursores del arte moderno que poca o ninguna atención obtenían del público en esos años.
Según los autores del libro, en van Gogh “se ve estableciéndose una característica fundamental del modernismo: El fenómeno del simbolismo individual. Su formación cristiana, romanticismo, esperanzas sociales para el futuro y quizás su deficiente formación técnica crearon en gran parte esa característica. El arte y la vida constituían una sola unidad…Esa filosofía practicada por van Gogh, se fundaba en un sentimiento profundo por lo no-familiar, lo otro. Su propio arte era fundamentalmente extraño a él, algo por lo que podríamos culpar a su escaso entrenamiento. Al más leve problema técnico se las ingeniaba con sus propios medios, preguntándose si hacer algo para solucionar lo que le estaba causando problemas. La vehemencia con la cual afirmaba su concepto de arte fue simplemente una manifestación agresiva de una profunda inseguridad artística. Su propia existencia era extraña a él. Siempre sentía que estaba en el límite, sin nada que perder… ” [1]
El arte de Van Gogh representa a la fecha el testimonio más radical del espíritu revolucionario, no en la selección de los motivos de sus pinturas sino en su imagen y apariencia, su calidad tosca, deliberadamente inacabada y el vigor con el que fueron pintadas. La revolución no era un tema para van Gogh; era una metáfora, sus pinturas articulaban un concepto constante de cambio.
Hubo un dilema intenso en van Gogh: Tenía gran compasión por los no privilegiados; tenía la esperanza de un mundo mejor motivada por su religión; su naturaleza vehemente lo llevó a identificarse más de lo debido con los problemas ajenos y finalmente se enorgulleció de adquirir una virtuosidad en su arte. Este dilema es el que lo convierte en precursor por excelencia del Modernismo. Tres pintores de finales del siglo 19 – Cezanne, Gaugan y van Gogh- son considerados los antecesores del arte del siglo 20. De los tres, solo van Gogh tenía esa cualidad de exaltación utópica y agitación que realmente puede marcar el camino en el arte. [2]
La próxima semana en nuestra sección de arte, la segunda parte del especial con Vincent:
- Las cartas de Van Gogh
- Fe, misericordia y vocación artística
- Un semi – autodidacta
- El arte y la responsabilidad del trabajo
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[1] Rainer Metzger e Ingo F. Walther, Van Gogh (Taschen, 1998), Pg. 97
[2] Ibid., Pg. 251
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